martes, 26 de marzo de 2013

Cronograma 2013 Educación Formal y No Formal


CRONOGRAMA 2013
EDUCACIÓN FORMAL / NO FORMAL

Teóricos
Comisiones

Miércoles 3/04

Inicio con alumnos 2013.
Presentación Proyecto. Instituciones formales. Distribución de planillas. Trabajo diagnóstico y de sensibilización. Todos los docentes.

Miércoles 10/04

Bases epistemológicas de las prácticas profesionales. Liliana Sanjurjo .
Organización de los grupos.

Miércoles 17/04

Bases epistemológicas de las prácticas profesionales. Clelia Hernández.
Taller de grupos ed.  formal: Marco teórico.

Miércoles 24/04

La construcción del conocimiento profesional docente: momentos, fases, características. Construcción subjetiva de las prácticas. Liliana Sanjurjo.
 Taller de grupos no formales: Marco teórico.

Miércoles 01/05

Feriado

Miércoles 8/05

Formación en la práctica profesional. Dispositivos de formación y de investigación de las prácticas. Gerardo Kahan.
Taller de grupos ed. formal: Elaboración de instrumentos de recolección de información. Pedir biografía escolar.

Miércoles 15/05

Dispositivos de formación e investigación de las prácticas: las narrativas como escritura académica, la biografía escolar.  Alicia Caporossi.
Taller de grupos ed. formal: Trabajo con  los diarios de clase y con las biografías escolares..

Miércoles 22/05

Diarios de clases. Iris Alfonso
Taller de grupos ed. no formal: Organización del análisis institucional.

Miércoles 29/05

Construcción social de las prácticas. Historia de la profesión y del gremialismo docente. Continuidades y rupturas. Clelia Hernández.
Taller grupos ed.  no formal: Análisis instituciones no formal

Miércoles 5/06

La formación docente como un ámbito específico para el cientista de la educación: fundamentos, organización y normativa. Instituciones de formación docente. Liliana Sanjurjo
Taller de grupos de ed. formal: análisis de la normativa, de los diseños curriculares de la formación docente. Organización de la caracterización del grupo.

Miércoles 12/06

La elaboración de proyectos pedagógicos: fundamentos, objetivos (relaciones y diferencias con expectativas de logro, competencias), contenidos (enfoques epistemológicos acerca del contenido disciplinar, criterios de selección, organización, jerarquización y secuenciación), enfoque metodológico. Iris Alfonso y nueva adjunta.

Taller de grupos de ed. formal: Elaboración proyecto de unidad didáctica.

Miércoles 19/06

La unidad didáctica: componentes y organización, (técnicas, recursos, dispositivos, bibliografía), evaluación (criterios, instrumentos, momentos).Iris Alfonso y nueva adjunta.


Taller de grupos de ed. formal: Elaboración proyecto de unidad didáctica.

Miércoles 26/06

Evaluación: enfoque teórico. Gerardo Kahan y Norma Placci
Taller de grupos ed. no formal: fundamentación de los proyectos evaluativos.

Miércoles 3/07

Espacio curriculares afines


Miércoles 10/07

La Organización de la Enseñanza: Estilo de enseñanza en la organización del trabajo en el aula. Clelia Hernández.
Taller de grupos ed. formal: Análisis de modelos de enseñanza. Trabajo con propia biografía, con diarios de clase, con observaciones.

Miércoles 17/07

Receso

Miércoles 24/07

Receso


Miércoles 31/07

Consulta formal / no formal. Todos los docentes.


Miércoles 7/08

Parcial. Todos los docentes.
Formal y no formal

Miércoles 14/08

La organización del la clase. Construcciones metodológicas, formas básicas de enseñar. Liliana Sanjurjo.

Taller de grupos ed. formal: Organización de clases. Construcción de estrategias.

Miércoles 21/08

Construcciones metodológicas, formas básicas de enseñar. Liliana Sanjurjo. Espacios curriculares afines. Todos.

Taller de grupos ed. formal: Organización de  clases. Construcción de estrategias.

Miércoles 28/08

Evaluación: Instrumentos
Taller de grupos de ed. no formal: Construcción de instrumentos de evaluación.

Miércoles 4/09

Aportes de las teorías de lo grupal para a la organización del trabajo en el aula.  Alicia Caparossi

Taller de grupos de ed. formal: Organización de trabajos grupales.

Miércoles 11/09

Invitación a un docente célebre.


Miércoles 18/09

.
Devolución de observaciones. Todos los profesores de la cátedra.
Taller de grupos de ed. formal: trabajo con casos en los que se analizarán las prácticas en base a las observaciones del profesor de cátedra, de la pareja pedagógica, del autoregistro.

Miércoles 25/09

Contenido transversal- La escritura académica: elaboración de informes. Liliana Sanjurjo.
Trabajo en Ateneo de grupos de ed. no formal: se analizarán como casos la escritura de algunos informes parciales de los residentes, de registros de observaciones, etc.

Miércoles 2/10

Inserción laboral en la docencia. Gerardo Kahan.

Taller de grupos ed. formal: la escritura de los informes.

Miércoles 9/10

Exposición en Ateneo de experiencias en ed. formal. Todos los profesores de la cátedra.

Miércoles 16/10

Exposición en Ateneo de experiencias en ed. formal. Todos los profesores de la cátedra.


Miércoles 23/10

Exposición en Ateneo de experiencias en ed. no formal. Todos los profesores de la cátedra.


Miércoles 30/10

Exposición en Ateneo de experiencias en ed. no formal. Todos los profesores de la cátedra.


Miércoles 6/11

Consultas. Todos los profesores de la cátedra.
Formal y no formal.

Miércoles 13/11


Entrega de trabajos. Todos los profesores de la cátedra.
Formal y no formal.

Miércoles 20/11

Devolución de trabajos. Elaboración del acta y
Evaluación, de parte de los estudiantes, de la cátedra.   Todos los profesores de la cátedra.

Formal y no formal.


CRONOGRAMA 2013
NO FORMAL



Teóricos

Martes 9/04

Inicio con alumnos 2013.
Presentación Proyecto. Instituciones no formales. Distribución de planillas.

Martes 23/04

Teórico no formal. Introductorio. Gerardo Kahan.

Martes 14/05

Taller

Martes 28/05

Teórico no formal. Escritura Académica. Liliana Sanjurjo.

Martes 11/06

Taller

Martes 25/06

Teórico no formal. Asesoría pedagógica. Gerardo Kahan.

Martes 13/08

Taller

Martes 27/8

Teórico. Uso de Tic. Invitado.

Martes 10/09

Ateneo: trabajo con casos de las prácticas que se están desarrollando.

Martes 24/09

Teórico Cuerpo, movimiento, teatro. Invitado.

Martes 8/10

Ateneo: trabajo con casos de las prácticas que se están desarrollando.

Martes 22/10

Teórico.  Invitado.

Martes 12/11

Ateneo: trabajo con casos de las prácticas que se están desarrollando.


Nota: las clases teóricas serán coordinadas por el Profesor Gerardo Kahan.
Los Talleres y Ateneos serán coordinados por todos los docentes de la cátedra.


Trabajo Inicial Abril 2013


TRABAJO INICIAL
Tema: Reflexiones acerca de la práctica docente

Objetivos:
-          Reflexionar acerca de las expectativas, ansiedades y deseos ante la experiencia de residencia.
-          Identificar saberes necesarios que se posean o ignoren para llevar a cabo la experiencias.

Introducción:
En el libro del que se extrajo el material que se adjunta el autor narra sus propias experiencias como alumno “zoquete”, refiriéndose con ese término a aquellos niños, adolescentes o jóvenes que concurren a la escuela sin poder comprender lo que en ella se pretende enseñársele. Esta situación generalmente resulta angustiante y dolorosa para el propio alumno y para el entorno familiar y es motivo de quejas por parte de docentes desaprensivos y de preocupación por parte de los comprometidos.
            El autor reflexiona, además, acerca de esas situaciones que denomina “mal de escuela” desde su propio rol de profesor. En algunos de los textos seleccionados menciona a los que recuerda como buenos profesores, tratando de descifrar cómo desempeñaban su rol.
Actividades grupales:
-          Reunirse en grupos de 3 a 5 integrantes.
-          Leer el texto distribuido.
-          Tratar de recordar y comentar situaciones personales en las que en la escuela comprendieron y otras en las que se sintieron “zoquetes”.
-          En función de las experiencias comentadas, de lo que se dice en el texto leído y de los aportes recibidos durante la carrera comentar  cuáles son para Uds. las condiciones para llevar a cabo una buena práctica.
-          ¿Consideran que la carrera los ha formado para qué “ello”?
-          Comentar en plenario

Material: Pennac, D. (2008)- Mal de escuela- Ed. Mondadori- Barcelona

Actividades individuales para responder por escrito para entregar el próximo encuentro.
-          ¿Qué aportes espera del cursado y desarrollo de la experiencia de residencia?
-          ¿Qué temas, autores, actividades relacionadas con la educación no-formal ha abordado durante la carrera?
-          ¿Qué temas, autores, actividades ha abordado relacionadas con los temas de la planificación, de análisis institucional y de grupos, unidad didáctica, evaluación?
-          ¿Qué conocimientos indispensables considera debe tener un docente para llevar a cabo su práctica?
-          Delimitar dificultades y fortalezas que considera poseer para asumir la experiencia de residencia.


2
Basta un profesor —¡uno solo!— para salvarnos de nosotros mismos y 
hacernos olvidar a todos los demás.
Es, al menos, el recuerdo que conservo del señor Bal.
Era nuestro profesor de matemáticas en bachillerato. Desde el punto de vista 
de la gestualidad, lo contrario de Keating; un profesor muy poco cinematográfico: 
oval, diría yo, con una voz aguda y nada especial que atraiga la mirada. Nos esperaba 
sentado a su mesa, nos saludaba amablemente y, desde sus primeras palabras, nos 
adentrábamos en las matemáticas. ¿Con qué estaba hecha aquella hora que tanto nos 
retenía? Esencialmente con la materia que el señor Bal enseñaba y que parecía 
habitarle, lo que le convertía en un ser curiosamente vivo, tranquilo y bueno. Extraña 
bondad, nacida del propio conocimiento, deseo natural de compartir con nosotros la 
«materia» que arrobaba su espíritu y de la que no podía concebir que nos resultara 
repulsiva, o sencillamente ajena. Bal estaba amasado con su materia y sus alumnos. 
Tenía algo del ánimo cándido de las matemáticas, una pasmosa inocencia. La idea de 
que pudieran montarle un buen follón jamás debió de ocurrírsele, y las ganas de 
burlarnos de él nunca nos pasaron por la cabeza, tan convincente era su gozo al 
enseñar.
Sin embargo, no éramos un público dócil. Ni demasiado cordiales, como si 
todos hubiéramos salido del basurero de Djibuti. Recuerdo alguna pelea nocturna, en 
la ciudad, y ajustes de cuentas internos todo menos tiernos. Pero, en cuanto 
cruzábamos la puerta del señor Bal, parecíamos como santificados por nuestra 
inmersión en las matemáticas y, pasada la hora, cada cual regresaba a la superficie 
mathematikos.
El día de nuestro encuentro, cuando los peores de nosotros habían alardeado 
de sus ceros, él había respondido sonriendo que no creía en los conjuntos vacíos. A 
continuación, hizo unas cuantas preguntas muy sencillas y había considerado nuestras 
respuestas elementales inestimables pepitas de oro, algo que nos había divertido 
mucho. Luego escribió en la pizarra el número 12, preguntándonos qué estaba 
escribiendo.
Los más despiertos habían buscado una salida.
—¡Los doce dedos de la mano!
—¡Los doce mandamientos!
Pero la inocencia, en su sonrisa, realmente desalentaba:
—Es la nota mínima que tendréis en el examen de bachillerato.
Añadió:
—Si dejáis de tener miedo.
Y más aún:
—Por lo demás, no lo repetiré. Aquí no vamos a ocuparnos del examen de 
bachillerato, sino de las matemáticas.De hecho, no nos habló ni una sola vez del examen. Metro a metro, dedicó 
aquel año a sacarnos del abismo de nuestra ignorancia, divirtiéndose en hacerlo pasar 
por el pozo mismo de la ciencia; se maravillaba siempre de lo que sabíamos a pesar de 
todo.
—Creéis que no sabéis nada, pero os equivocáis, os equivocáis, ¡sabéis 
muchísimas cosas! Mira, Pennacchioni, ¿sabías que lo sabías?
Está claro que esta mayéutica no bastó para convertirnos en genios de las 
matemáticas, pero por muy profundo que fuera nuestro pozo, el señor Bal nos llevó 
hasta el nivel de la barandilla: la media en el examen de bachillerato.
Sin la menor alusión, nunca, al calamitoso porvenir que, según nos decían 
tantos profesores desde hacía tanto tiempo, nos aguardaba.

3
¿Era él un gran matemático? Y el curso siguiente, ¿era la señorita Gi una 
gigantesca historiadora? Y durante la repetición de mi último curso, ¿era el señor S. un 
filósofo sin par? Lo supongo, pero a decir verdad lo ignoro; solo sé que los tres 
estaban poseídos por la pasión comunicativa de su materia. Armados con esa pasión, 
vinieron a buscarme al fondo de mi desaliento y solo me soltaron una vez que tuve 
ambos pies sólidamente puestos en sus clases, que resultaron ser la antecámara de mi 
vida. No es que se interesaran por mí más que por los otros, no, tomaban en 
consideración tanto a sus buenos como a sus malos alumnos, y sabían reanimar en los 
segundos el deseo de comprender. Acompañaban paso a paso nuestros esfuerzos, se 
alegraban de nuestros progresos, no se impacientaban por nuestras lentitudes, nunca 
consideraban nuestros fracasos como una injuria personal y se mostraban con 
nosotros de una exigencia tanto más rigurosa cuanto estaba basada en la calidad, la 
constancia y la generosidad de su propio trabajo. Por lo demás, no es posible imaginar 
profesores más distintos: el señor Bal, tan tranquilo y sonriente, un buda matemático; 
la señorita Gi, por el contrario, un verdadero torbellino, un tornado que nos arrancaba 
de nuestra ganga de pereza para arrastrarnos con ella por los tumultuosos cursos de la 
Historia; por lo que se refiere al señor S., filósofo escéptico y puntiagudo (nariz 
puntiaguda, sombrero puntiagudo, panza puntiaguda), inmóvil y perspicaz, me dejaba, 
al final del día, zumbando de preguntas a las que ardía en deseos de responder. Le 
entregué disertaciones pletóricas, que él calificaba de exhaustivas, sugiriendo con ello 
que su comodidad de corrector hubiera preferido deberes más concisos.

Pensándolo bien, aquellos tres profesores solo tenían un punto en común: 
jamás soltaban la presa. No les tomábamos el pelo con el reconocimiento de nuestra 
ignorancia. (¿Cuántas redacciones me hizo repetir la señorita Gi a causa de la mala 
ortografía? ¿Cuántas clases de más me dio el señor Bal porque me encontraba con 
aspecto distraído en un pasillo o soñando en un aula de estudio? «¿Y si dedicáramos 
un cuartito de hora a las matemáticas, Pennacchioni, ya puestos a ello? Vamos, solo un 
cuarto de hora...») La imagen del gesto que salva al ahogado, el puño que tira de ti 
hacia arriba a pesar de tu gesticulación suicida, esa ruda imagen de vida de una mano 
agarrando firmemente el cuello de una chaqueta es la primera que me viene a la cabeza 
cuando pienso en ello. En su presencia –en su materia– nacía yo para mí mismo: pero 
un yo matemático, si puedo decirlo así, un yo historiador, un yo filósofo, un yo que, 
durante una hora, me olvidaba un poco, me ponía entre paréntesis, me libraba del yo 
que, hasta el encuentro con aquellos maestros, me había impedido sentirme realmente 
allí.
Y otra cosa, me parece que tenían cierto estilo. Eran artistas en la transmisión 
de su materia. Sus clases eran actos de comunicación, claro está, pero de un saber 
dominado hasta el punto de pasar casi por creación espontánea. Su facilidad convertía 
cada hora en un acontecimiento que podíamos recordar como tal. Podía pensarse que la señorita Gi resucitaba la historia, que el señor Bal redescubría las matemáticas, que 
Sócrates hablaba por boca del señor S. Nos daban clases tan memorables como el 
teorema, el tratado de paz o la idea fundamental, que aquel día eran el tema. 
Enseñándolo, creaban el acontecimiento.

Su influencia sobre nosotros se detenía ahí. Al menos su influencia aparente. Al 
margen de la materia que encarnaban, no intentaban impresionarnos. No eran de esos 
profesores que se vanaglorian de su ascendiente sobre una tropa de adolescentes faltos 
de imagen paterna. ¿Tenían, al menos, conciencia de ser maestros libertadores? Por lo 
que a nosotros se refiere, éramos sus alumnos de matemáticas, de historia o de 
filosofía, y nada más. Es cierto que nos producía un orgullo algo esnob, como si 
fuéramos miembros de un club muy selecto, pero habrían sido los primeros 
sorprendidos al saber que, cuarenta y cinco años más tarde, uno de sus alumnos, 
convertido en profesor gracias a ellos, les habría levantado una estatua solo por haber 
sido su discípulo. Tanto más cuanto, como mi violoncelista del Blanc-Mesnil, una vez 
en casa ya, al margen de la corrección de nuestros exámenes o la preparación de sus 
clases, no debían de pensar mucho en nosotros. Sin duda tenían otros intereses, una 
gran curiosidad, que debían de alimentar su fuerza, lo que explicaba entre otras cosas 
la densidad de su presencia en clase. (La señorita Gi, sobre todo, me parecía con 
apetito bastante para devorar el mundo y sus bibliotecas.) Esos profesores no 
compartían con nosotros solo su saber, sino el propio deseo de saber. Y me 
comunicaron el gusto por su transmisión. Así pues, acudíamos a sus clases con el 
hambre en las tripas. No diré que nos sentíamos amados por ellos, pero sí 
considerados, sin duda (respetados, diría la juventud de hoy), consideración que se 
manifestaba hasta en la corrección de nuestros exámenes, donde sus anotaciones solo 
se dirigían a cada uno de nosotros en particular. El modelo del género eran las 
correcciones del señor Beaum, nuestro profesor de historia en el curso preparatorio 
para entrar en la Escuela Normal. Exigía que dejáramos virgen la última parte de 
nuestros deberes para que pudiera escribir a máquina –en rojo y a un solo espacio– la 
detallada corrección de cada trabajo.

Esos profesores que conocí en los últimos años de mi escolaridad me resultaron 
muy distintos de todos aquellos que reducían sus alumnos a una masa común y sin 
consistencia, «esta clase», de la que solo hablaban en el superlativo de inferioridad. 
Para estos, éramos siempre la peor clase, de cualquier curso, de toda su carrera, nunca 
habían tenido una clase menos... tan...
Parecía como si, año tras año, se dirigieran a un público cada vez menos digno 
de sus enseñanzas. Se quejaban de ello a la dirección, en los claustros, en las reuniones 
de padres. Sus jeremiadas despertaban en nosotros una especial ferocidad, algo 
parecido a la rabia que el náufrago pondría en arrastrar consigo, ahogándose, al 
cobarde capitán que ha permitido que el barco encallara en el arrecife. (Sí, bueno, es 
una imagen... Digamos que eran sobre todo nuestros culpables ideales, como nosotros 
éramos los suyos; su rutinaria depresión alimentaba en nosotros una cómoda maldad.)
El más temible de todos ellos fue el señor Broncas (Broncas es un seudónimo), 
triste verdugo de mis nueve años, que hizo caer sobre mi cabeza tantos puntos malos que todavía hoy, atrapado en la cola de una administración, contemplo a veces el 
número de mi turno como un veredicto de Broncas: «N.° 175, ¡Pennacchioni, siempre 
tan lejos del excelente!».
O aquel profesor de ciencias naturales de último curso a quien debo mi 
expulsión del instituto. Quejándose de que la media general de «esta clase» no 
superaba los 3,5/20, cometió la imprudencia de preguntarnos la razón. Alta la frente, 
adelantado el mentón, caídas las comisuras:
—Bueno, ¿alguien puede explicarme esa... proeza?

Yo había levantado un cortés dedo y sugerido dos explicaciones posibles: o 
nuestra clase constituía una monstruosidad estadística (32 alumnos que no podían 
superar una media de 3,5 en ciencias naturales), o aquel famélico resultado sancionaba 
la calidad de la enseñanza impartida.
Satisfecho de mí mismo, supongo.
Y de patitas en la calle.
—Heroico pero inútil —me hizo observar un compañero—: ¿sabes la 
diferencia entre un profesor y una herramienta? ¿No? Pues que al mal profe no lo 
puedes reparar.
A la calle, pues.
Furor de mi padre, claro está.
¡Qué tristes recuerdos aquellos años de rencor ordinario!

4
En vez de recoger y publicar las perlas de los zoquetes, que alegran tantas salas 
de profesores, debería escribirse una antología de los buenos maestros. La literatura 
no carece de tales testimonios: Voltaire rindiendo homenaje a los jesuitas Tournemine 
y Porée; Rimbaud mostrando sus poemas al profesor Izambard; Camus escribiendo 
cartas filiales al señor Germain, su amado maestro; Julien Green haciendo brotar en su 
afectuosa memoria la imagen llena de colorido del señor Lesellier, su profesor de 
historia; Simone Weil cantando las alabanzas de su maestro Alain, que nunca olvidará 
a Jules Lagneau, que le inició en la filosofía; J.-B. Pontalis celebrando a Sartre, que 
«destacaba» tanto entre todos los demás profesores...
Si, además del de los maestros célebres, esa antología ofreciera el retrato del 
profesor inolvidable que casi todos nosotros hemos conocido una vez al menos en 
nuestra escolaridad, tal vez obtuviéramos ciertas luces sobre las cualidades necesarias 
para la práctica de ese extraño oficio.

5
Hasta donde puedo recordar, cuando los profesores jóvenes se sienten 
desalentados por una clase, se quejan de no haber sido formados para ello. El «ello» de 
hoy, perfectamente real, abarca campos tan variados como la mala educación de los 
niños por la agonizante familia, los daños culturales vinculados al paro y a la exclusión, 
la subsiguiente pérdida de los valores cívicos, la violencia en algunos centros, las 
disparidades lingüísticas, el regreso de lo religioso, y también la televisión, los juegos 
electrónicos, en resumen, todo lo que alimenta, más o menos, el diagnóstico social que 
nos sirven cada mañana los primeros boletines informativos.
Del «No nos han formado para ello» al «No estamos aquí para eso», hay un solo 
paso que puede expresarse así: «Nosotros, los profesores, no estamos aquí para 
resolver dentro de la escuela los problemas sociales que impiden la transmisión del 
saber; no es nuestro oficio. Que nos adjudiquen un número suficiente de vigilantes, de 
educadores, de asistentes sociales, de psicólogos, en resumen, de especialistas de todo 
género y podremos enseñar seriamente las materias que tantos años hemos pasado 
estudiando». Reivindicaciones por completo justificadas, a las que los sucesivos 
ministerios oponen las limitaciones del presupuesto.

Henos aquí pues llegados a una nueva fase de la formación de enseñantes, que 
se centrará cada vez más en el dominio de la comunicación con los alumnos. Esta 
ayuda es indispensable, pero si los jóvenes profesores esperan de ella un discurso 
normativo que les permita resolver todos los problemas que se plantean en una clase, 
estarán corriendo hacia nuevas desilusiones; el «ello» para el que no han sido formados 
resistirá. Por decirlo todo, terno que «ello» no se deje definir nunca por completo, que 
«ello» sea de naturaleza distinta a la suma de los elementos que lo constituyen 
objetivamente.
http://www.aulalibre.es/IMG/pdf_Libro.Mal_de_escuela.Daniel_Pennac.pdf